Por Quehagoconlosnenes.com-
Hace unos días me enteré que el pediatra de mis nenes, de más de 14 años, se fue de Puerto Rico. La noticia fue un golpe bajo. Siempre dialogábamos sobre la situación del país, los problemas del sistema de salud y otros temas de actualidad. Varias veces mencionó que estaba pensando en irse de la Isla, no obstante, no estaba preparada para que se fuera sin tener la oportunidad de despedirme. Aunque él no lo supiera, después de tantos años, ya lo consideraba miembro de mi familia, jejeje. No lo juzgo y respeto su decisión. Pero escribo esta carta porque creo que en ninguno de nuestros encuentros le expresé el gran cariño que le tenía.
Querido pediatra de mis nenes,
Te escribo para darte las gracias. Usualmente nuestros encuentros eran estresantes. Hablábamos de centígrados de fiebre, vómitos, cambios de temperamento, problemas de alimentación y sueño (mejor dicho de ¡falta de sueño!), tipos de tos- seca, productiva, de “perro”/crup-, color de secreciones nasales, entre otros. Nos recibías luego de noches difíciles, con ojeras, sin peinar, sin maquillar, con nenes en pijamas, y con cara de desesperación. Pero siempre, siempre nos recibías con una sonrisa y un comentario jocoso para comenzar la consulta en una nota positiva. Independientemente de la razón de la visita, siempre salía de tu oficina más calmada y con un peso menos sabiendo que habías visto a los nenes y que estaban bien o que mejorarían pronto.
Gracias de todo corazón, por escuchar cada detalle apuntado a veces en una libretita, por no ignorar ninguna preocupación, por aclarar cualquier duda, por trivial que pareciera. Gracias por discutir los pros y contras de las vacunas, como unas 50 veces, por no cansarte de las mismas preguntas sobre la disciplina, las rutinas de sueño y los “picky eaters”. Gracias por aseguraste que ellos “comerán cuando tengan hambre, no los obligues”, y así mismo ha sido, ¡gracias a Dios! Gracias por contestar llamadas en los fines de semana y noches y por ahorrarnos viajes a una sala de emergencias. Gracias por repetir las recetas perdidas, prepararnos para viajes y campamentos, y por confirmar si podían volver a la escuela. Gracias por no pensar que estaba “obsesiva” con la salud de mis nenes, en serio hubo un tiempo de histeria y “semi-hipocondría”, pero estuviste ahí para apoyar, escuchar y educarnos como familia. Gracias por tu compromiso y entrega, por tu paciencia y calidez, por tu buen humor, por compartir tus conocimientos, artículos médicos y experiencias.
Durante todos estos años, nunca me tomé el tiempo para expresarte que has sido un aliado de mis nenes, un maestro- porque ya me siento una experta-, un apoyo y hasta medio siquiata, jejeje. No sabes la falta que nos harás. Aunque ya solo te visitábamos varias veces al año, nos dabas tranquilidad y seguridad con tu mera presencia.
Te deseo el mejor de los éxitos en tu nuevo trabajo. Te deseo mucha salud y mucha paz para tu familia. Sobre todo te deseo una larga vida para que sigas tocando las vidas de cientos de familias y niños que estarán mejor bajo tu cuidado.
¡GRACIAS POR TODO!
Una familia puertorriqueña que aprecia a su pediatra