
Un AMOR como NINGUNO
por Teresita Carrión para Quehagoconlosnenes
No recuerdo claramente si había amanecido y el sol se asomaba por el pequeño vitral de nuestra habitación. La adaptación a esa pequeña maquinita, eco de un sonido que en más de una ocasión me parecía no reconocer, me jugaba una trampa. ¿Sería cierto lo que escuchaba?
Sentí como el tiempo se paralizó por unos segundos. Y en ese momento, en un instante, experimenté uno de esos momentos que jamás se olvidan. No lo sentí cuando racionalice que estaba “embarazada”. Tampoco lo sentí en el momento que la recibí en mis brazos por vez primera. Fue cuando escuché esa dulce voz decir Mamá, que comprendí cómo mi vida había cambiado. Era la voz de un ángel llamado Mariana Cristina.
Mi hija, algo que todavía me parece ajeno cuando lo digo, es, sin lugar a dudas, el mejor regalo que me ha dado la vida. Cada vez que escucho su risa, que siento su pequeña mano acariciar mi cara suavemente o que levanta sus brazitos para que la acurruque, comprendo el poder de Dios para guiarnos en el camino que nos corresponde.
Fueron muchos los años que pasé tratando de acondicionar mi mente, que tantas veces me traiciona, a que mi prometedor futuro no incluiría hijos. No obstante, y en múltiples ocasiones, me encontré pensando en cuan diferente sería mi vida al ser madre. Desde pequeña, y sobre todo con la llegada de mis hermanas menores, me pude imaginar con una gran barriga. Sin embargo, un recuerdo tengo claro: en ninguno de esos momentos, el concepto de la adopción pasó por mi mente.
Tan triste como pueda sonar, nuestros padres no nos enseñan que hay diferentes formas de procrear, siendo la adopción una de ellas. Y aún cuando, ya en mis años universitarios, tuve la oportunidad de compartir con mis primos el proceso de adopción, todavía pensaba que ese no sería mi camino.
Sin embargo, como suele ocurrir, la experiencia me tocó y en el proceso he entendido porque la adopción llegó a mi vida y como mi pequeño ángel me ha llenado de alegría, esperanza y me ha cambiado completamente la perspectiva.
Mi historia comienza en el verano de 2005, con los 40 arriba y los ácidos viejúricos empezando a sentirse. Fue en ese momento de mi vida que tomé la decisión de investigar que opciones tenía para completar mi familia. Luego de considerar un procedimiento in-vitro, pesando lo positivo y negativo de ese tipo de proceso, y evaluar otras opciones disponibles, nos quedo claro que el camino era la adopción. Curiosamente, de haberme hecho el procedimiento in-vitro, hubiese recibido los resultados de la prueba de embarazo el 15 de noviembre, el mismo día que nació Mariana. Si eso no es intervención divina, que alguien me explique que es.
Ya tomada la decisión y con la compulsividad que me caracteriza, pase horas y horas investigando las opciones de adopción por Internet. Finalmente decidimos considerar una adopción en China, y la posibilidad de una niña de nombre Aurora comenzó a rondar mi mente. Varias llamadas más me llevaron a la oficina regional del Departamento de la Familia (DF) en San Juan a finales del mes de septiembre. La posibilidad de adoptar en Puerto Rico estaba, diría mi madre, en la trastienda y, según lo investigado, el estudio social lo realiza, sin costo alguno, el DF tanto para una adopción doméstica como para una internacional.
En el DF nos recibieron con una sonrisa y con un listado de documentos que completar. “Tienen lista de espera”, pregunté cándidamente. “Ya quisiéramos”, me contestaron. Aún cuando, por trabajar en el gobierno, entiendo la necesidad del papeleo, considero injusto que los padres adoptivos tengamos que demostrar que somos capaces, tanto emocional como financieramente, para criar a un niño mientras que hay tantas y tantas madres y padres irresponsables por la calle a quienes el Estado no puede cuestionarles absolutamente nada. Pero, como decimos los boricuas, esos son otros 20 pesos.
El caso es que comenzó la ronda y luego de ir a la Policía, al Registro Demográfico, a los doctores, y a sacar copias aquí y allá, regresamos al DF el 9 de noviembre a dejar todos nuestros papeles y esperar porque la trabajadora social asignada nos llamara para elestudio social. Si, ya se lo que están pensando, entre papeles y esperar la cosa no se pinta fácil. Pero para mi, era como hacer las “gestiones” para quedar embarazada. Lo que no quiere decir que no pensase, otra vez, en lo injusta que puede ser la vida. ¿Porqué a la gente “normal” se la hace tan fácil y yo tengo que pasar por todo este proceso?
El caso es que durante el mes de diciembre se llevó a cabo el estudio social, una evaluación completa de la residencia que se convertirá en hogar del niño. Yo no soy necesariamente “Mr. Clean” pero déjenme decirles que nuestro apartamento parecía que iban a hacer un “shooting” para una revista. El árbol de Navidad recién decorado, ese olorcito a pino que enamora a cualquiera, todo en su perfecto sitio y el deseo de que al llegar la trabajadora social nos dijese, “Todo se ve bien, lo que tanto anhelan se los traerán los Reyes Magos”. Siempre se puede soñar, ¿no?
Luego del receso navideño, nos indicaron que oficialmente comenzaba la espera. Para propósitos de nosotras, las madres adoptivas, mi embarazo había comenzado. Les diría que estaba super emocionada pero, tomando en consideración que prácticamente nadie sabia lo que hacíamos, no habían muchos con quien compartir la noticia. Eso de que no le crezca a uno la barriga, aun con el peso, literalmente, que trae para muchas mujeres, requiere de mucha imaginación de parte de las madres adoptivas.
No pasó mucho tiempo cuando sentí la desesperación que causa la incertidumbre, un sentimiento común entre los padres preadoptivos. Llamé a la trabajadora social quien sólo me dijo que tuviese paciencia, que ella se comunicaría en el momento indicado. Enganché el teléfono y pensé, “esto no va a pasar … recurramos al plan b de inmediato” … por lo que retomé los planes de adoptar en China. Conseguí una buena agencia, envié los documentos, y comenzamos el papeleo, o dossier como le mientan los americanos.
Lamentablemente para mi pequeña Aurora, Mariana decidió hacer su “grand entrance” poco tiempo después. El martes, 4 de abril de 2006, tan solo 5 meses luego de presentar los papeles al DF y tres meses después de completar el estudio social y sentirnos oficialmente embarazados, recibí una llamada, a las 5:00pm que me dejó literalmente sin palabras.
“Tengo una niña de casi 5 meses, ya liberada. ¿Qué me dices? ¿La podemos ir a buscar este jueves?” … Eh eh, eh, eh …. ¿¿¿Qué, qué???? … creo que fueron mis primeras palabras. Sabrán que no le pregunté nada más porque el shock del momento no me dejaba pensar.
Como zombie, dejé lo que estaba trabajando, me monté en el carro como una loca y ya de camino a casa, el susto se apoderó de mi. “¿Qué me voy a convertir en madre de un día para otro? ¿Qué se supone que se yo de ser madre? ¿Qué ya no voy a poder dormir cuando quiera, salir a donde quiera y viajar sin complicaciones? ¿Y si la niña no se acostumbra? Hay santo, la niña no tiene nombre todavía. Peor aún, en casa no hay nada de nada de nada … ay Dios mío, que es esto? ¿En que nos estamos metiendo?
Por entender que Aurora no llegaría probablemente por un par de años, no sentí la urgencia de hacer los cambios en la casa que se necesitaban para recibir un bebé. Debo admitir que en diciembre la trabajadora social me había advertido que debía ponerme a vaciar el cuarto de los cachivaches, o sea el cuarto del bebé. Ya se imaginan que no le hice caso porque no podía permitirme la ilusión de recoger, botar y decorar, sin saber cuan larga seria la espera. Ya saben, los pensamientos de injusticia que seguían rondando en mi mente.
El caso es que luego de varias llamadas (incluyendo a la futura abuela que lloraba de la emoción y a tías y tíos que no salían de su asombro), y al sentir la magnitud de lo que ocurriría en pocas horas, comenzó un corre y corre el cual me hubiese gustado poder grabar en un video.
Mi madre y mi tía corrían a comprar pampers, chubs y comida de bebé, mi comadre me prestaba un moisés, botellas y sabanitas, mi otra comadre hacia arreglos para conseguir un carseat y se prendía la plancha para poner en orden toda la ropa de bebe guardada hace más de 28 años. ¡Finalmente una nieta, luego de tres varones! Con una cuna prestada, ropita de antaño, y un carseat cortesía de los bomberos de Puerto Rico, llegó el día esperado.
Se imaginarán la cara de mi jefe cuando le indiqué que me iba de maternidad, de un día para otro, la de mis empleados ante una noticia inesperada, y la de los vecinos cuando nos vieron llegar con una niña sin que me hubiesen visto embarazada.
Ese viernes 7 de abril, el día que buscamos a Mariana Cristina, así llamada en honor a sus tres tías, es hoy un recuerdo claro e intenso pero también fugaz. Sin tener el beneficio de nueve meses de preparación, la vida de lospadres adoptivos (y los primerizos, como yo) cambia de golpe y sin anuncio. Fueron pocos los minutos que estuvimos en el hogar donde Mariana había vivido por los primeros casi cinco meses de su vida, y no tuve mucha oportunidad para asimilar lo que estaba ocurriendo.
Comenzando ese día, y en los cuatro que estuve de maternidad con mi niña bella, descubrí un mar de pensamientos y sentimientos que hoy día se que comparto con muchos padres adoptivos.
Descubrí que para muchos padres la adopción no es una decisión proactiva tanto como esa última opción ante un cuerpo que se niega a hacer lo que tanto las mujeres deseamos. Lamentablemente el pensamiento de que se trata de un hijo de alguien más, impide a muchas familias lograr lo que anhelan. Un año y medio más tarde, quisiera poder hablarles a todos de estemaravilloso proceso y regalarles un poco de todo el amor que MI hija me regala cada día.
Entendí también las palabras de mi hermana el día que la llame para darle la noticia de la llegada de Mariana. “Porque sientas que estás con una persona ajena a tí no significa que no puedas aprender a quererla por sobre todas las cosas”. La decisión de adoptar no es fácil para muchas parejas y mirando atrás les puedo asegurar que la conexión con un hijo adoptivo no necesariamente ocurre en un instante. Pasé muchas, muchas horas contemplando a mi hija y racionalizando todo lo ocurrido. Y si bien es cierto que me sentí como si estuviese teniendo un “out of body experience” en más de una ocasión, hoy en día no sé que sería de mi vida si Mariana no estuviese en ella.
Y mirando atrás comprendo que el proceso de adoptar envuelve compartir la vida con una personita sin pasado verdaderamente conocido con más valentía de la que muchas veces entendemos tenemos, ofrece la oportunidad de conocer hasta donde somos capaces de llegar y nos lleva a dar y sentir un amor como ninguno.
Mi hija es la luz de mi vida, y todo el que la conoce siente que es una niña feliz y agradecida de su vida. Y cuando alguien me dice que ella tuvo la suerte de “caer en esta familia”, les corrijo porque el regalo de Dios fue para mi al bendecirme con esta criatura divina.
Y al celebrar su segundo cumpleaños y el mes nacional de la concientización sobre la adopción, doy gracias por el privilegio de llamarme madre de Mariana Cristina y por sentir que estoy haciendo una diferencia en la vida de mi hija y en la de todas aquellas personas que puedan aprender a través mío del proceso de adopción y de cómo pueden enriquecer sus vidas a través de ella. Feliz cumpleaños hija mía, y gracias por enseñarme a dar lo mejor de mí.
“Y cuando agarra con su mano las mías, o pone esa sonrisa en mi corazón, todo se ve más claro y entiendo de lo que realmente se trata la vida”.
In my Daugher’s Eyes, Martina McBride
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